A LA MUERTE DE DON LAUTARO

En un monte alejado, bajo el rancho
que construyó con su propias manos,
sin deberle nada a nadie, en un instante,
murió Don Lautaro.

Paisano honrado como pocos, reservado,
de los que nunca olvidaron a sus antepasados
e hicieron patria con sus tradiciones
ante un progreso que parecía devorarlos.

Fue encontrado por un peón de la estancia,
que de paso por el lugar paró a visitarlo,
cuando vio su cuerpo sin vida, ahí tirado,
aferrando un rosario y la guitarra a su lado.

Le dio aviso al patrón sin dudarlo
quien ordenó se lo enterrase en el monte,
al velatorio solo fueron algunos pocos paisanos
compañeros de fogones y de tragos.

Y el gringo a quien entregó su vida y su trabajo
ni una flor puso en la tumba de Don Lautaro
que se cubrió de hojas secas con los años
borrando el rastro del verdadero dueño de estos pagos.
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